PARA QUE LA ASTROLOGÍA NO SEA UN REFUGIO
SINO UN APORTE A LAS TRANSFORMACIONES QUE VIVIMOS...
SINO UN APORTE A LAS TRANSFORMACIONES QUE VIVIMOS...
Olga Weyne
(Transcripción de la fuente: "Charlas en Casa XI", ciclo 2002)
Con agregados y edición especial 2011, para AATP
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¿Dónde se esconde o se proyecta la sombra colectiva? ¿Qué lectura de nuestro destino como país nos permiten hacer las crisis económicas, políticas, culturales? ¿Qué proyecciones se pueden hacer hacia el futuro? Nos proponemos echar una mirada (astrológica) sobre la historia argentina y sobre la enorme creatividad de su ciclo actual, desde la gran crisis del año 2001 hasta el presente. Eso intentaremos en las sucesivas entregas de este blog.
Pero antes tenemos que ajustar algunos criterios.
Pero antes tenemos que ajustar algunos criterios.
En el grupo de Astrólogos Argentinos Tendiendo Puentes nos gusta decir “La Argentina que somos” para incluirnos en las responsabilidades colectivas. El astrólogo es un ciudadano más, con sus creencias y puntos de vista personales, que condicionan inevitablemente sus lecturas astrológicas (individuales o "mundanas"). En mi opinión, esas creencias deberían estar siempre a la vista, para impedir que se les hagan a nuestras lecturas proyecciones del tipo "punto de vista objetivo" (o sea, "punto de vista de Dios"). En lo que me atañe, mis creencias están públicamente expuestas en el perfil de mi página personal en facebook. Desde allí miro -hoy por hoy- la realidad del país y mundial.
Vamos a intentar compartir un código. La palabra astrología fue bastardeada, mal usada y quedó reducida al lugar de las “mancias”, adivinaciones o prácticas mal llamadas New Age. Como nuestro maestro Eugenio Carutti suele decir en clase, quedó al servicio del arquetipo del mago o de la maga. Lo que nosotros venimos a proponer acá no es nada de eso. Es algo mucho -pero mucho- más difícil y complejo.
LA ASTROLOGÍA ES "MIRAR AMPLIADO"
Creemos que los ítems básicos y fundantes de la astrología -que por estos lares practicamos- son los sistemas incluyentes, la holografía (1) y el tiempo cíclico.
Esta mirada astrológica implica básicamente entender que formamos parte de un sistema, y que éste a su vez está contenido dentro de otros sistemas. Por ejemplo, que el mundo incluye a nuestro país, que éste es un sistema que a su vez incluye a nuestras familias, grupos y redes. Que éstos son mini-sistemas que nos incluyen a nosotros. Y que aunque por lo general no nos demos cuenta -así como nuestro cuerpo incluye diversos órganos que a veces se enferman- así también nosotros incluimos dentro de nuestra psique personajes frecuentemente antagónicos.
Es tan obviamente orgánico y holográfico el enfoque de esta mirada astrológica, que coincide a la perfección con la mirada de la biología contemporánea. El instrumento de la astrología es parecido al concepto del ADN. Una carta es análoga a una célula, con su interior complejo lleno de esos racimos extraños –que salen dibujados en el mapa genético- y que representan fuerzas que, con el tiempo, se desplegarán a lo largo de toda una vida. Los biólogos ya empiezan a acostumbrarnos a esta metodología, y actualmente no nos sorprende que tomando una micropartícula de nuestro organismo, una mirada mínimamente entrenada nos diga cómo somos, qué nos falta, y lo que a lo mejor en un momento determinado de la vida nos puede llegar a pasar, si no compensamos eso que nos falta con otra cosa. Esto puede hacerlo un médico o un biólogo que observa nuestras micro-partículas.
Los astrólogos hacemos lo mismo, sólo que en lugar de analizar las células o el ADN de un ser humano individual, analizamos un sistema más incluyente. Describimos el mapa –parecido al “genoma”- de ese individuo pero lo juntamos con su familia, con su país, con el mundo y con el sistema solar en el cual está incluido ese mundo. La micro partícula espacio-temporal que tomamos es la carta natal: ésa es nuestra fórmula y desde allí leemos, proponemos, elaboramos hipótesis. Por eso jamás diríamos –quienes cultivamos este tipo de astrología- “eso va a ocurrir sí o sí”, porque el libre albedrío existe, porque la voluntad existe. De la misma manera, un médico nunca podría decirle a un paciente “indefectiblemente usted va a padecer esa enfermedad”, analizando su ADN. Porque si bien la tendencia puede existir –y eso no podrá ser eliminado y es altamente condicionante- la persona puede apelar a su libertad, a su responsabilidad, a su voluntad, para compensarla. La astrología nos muestra el mismo camino, aplica la misma metodología.
En las notas que siguen, nos proponemos mostrarles uno de esos sistemas que nos incluyen: el país, la Argentina. Y queremos situarnos en el punto de vista de que cada uno de nosotros “somos el país”, y no meramente “estamos dentro” de él. Así como cada una de las células “son nuestro cuerpo”.
LA ASTROLOGÍA SE PUEDE COMPRENDER...
SIN SER ESPECIALISTAS EN ELLA
CITAS Y FUENTES:
1 Dicho en términos sencillos y sólo para entender nuestra analogía: lo holográfico es un principio físico que nos informa que las leyes , el orden, las proporciones que regulan una parte de un sistema, son equivalentea o análogos a las que regulan la totalidad del mismo.
En los tiempos actuales, como decíamos, esta manera de mirar la realidad que nos ofrece la astrología es compartida por la ciencia contemporánea. También podríamos citar a la física cuántica, y a cualquier mirada sistémica acerca de la realidad. O sea que actualmente no estamos tan solos -por suerte- como tiempo atrás sí lo estaba el astrólogo, quien quizás por eso tuvo que refugiarse a veces en cierta impostura de seudo-sabiduría, para hacerse escuchar. Actualmente ya no hace falta porque los astrólogos compartimos cada vez más puntos de vista con otras ciencias o cosmovisiones (en las que incluimos a la psicología, por supuesto). El tema es animarnos a darnos cuenta que las compartimos y a no desanimarnos si no somos comprendidos del todo todavía por algunas personas. ¡Vaya como ejemplo el debate estéril y repetido con los seudo-astrónomos o autodidactas de la astronomía, cada vez que aparece en los medios la cuestión del "nuevo signo" Ophiucus! (2)
Es sabido que las más recientes perspectivas científicas entran lentamente en la cultura de todos los días, incluso en los programas de estudios universitarios. Aunque parezca mentira –y esto ocurre sobre todo en las carreras humanísticas- los estudiantes no tienen la menor idea acerca del estallido en las creencias colectivas que implicaría tomar conciencia, en lo cotidiano, de lo que propone la teoría de la relatividad... ¡y estamos hablando de una teoría elaborada a principios del siglo XX! Lo cierto es que todos funcionamos así en la vida diaria, o sea, que seguimos midiendo la “realidad del mundo” con patrones de la física previa a Eisntein.
Hay otro punto inherente a la astrología y es el tema del tiempo. El tiempo fue malcomprendido en Occidente y –de nuevo- esto no lo dice sólo un astrólogo, esto también ha desvelado desde siempre a los filósofos. Casi nunca se nos ocurre cuestionar este curioso invento humano: un supuesto tiempo que arranca en un punto y que sigue hasta otro “punto final”. Es casi incomprensible que nos hayamos apartado tanto del tiempo lógico, del de la Naturaleza, del tiempo de todos los días, del tiempo del día y de la noche y de las cuatro estaciones. O sea que el tiempo real es cíclico: esto es una obviedad. Nuestro tiempo “inventado”, el que parte del nacimiento y llega hasta el “final” –aterrorizante porque implica entender la muerte como final- es un tiempo fantaseado. Sin embargo, se trata de una creencia fundamental dentro de esta cultura que actualmente se nos cae a pedazos.
Este tipo de astrología que hoy queremos compartir entre todos, nos propone en primer lugar desmontar creencias falsas. No creamos que es algo fácil de hacer: las creencias no son meramente ideas en mi cabeza, que si yo quiero las apago, como hago con el televisor, para seguir con mi vida de todos los días. No es así. Las creencias condicionan nuestra vida, incluso nuestra vida material. La creencia en un tiempo que arranca y que termina fatalmente con eso tan “horrible” como la muerte, constela nuestras vidas a tal punto que aún cuando no estemos pensando en la muerte, vivimos aterrorizados.
LA ERA DE ACUARIO
Los que tenemos edad como para acordarnos de ella también nos acordamos del uso y abuso de la expresión “Era de Acuario” que hizo nuestra generación. La New Age simplificó y banalizó la palabra, la confinó al reducto de lo “light” o de las lecturas de auto-ayuda. Por eso, si algunas personas sonríen escépticas cuando se la menciona, reconozcamos que en muchos casos lo hacen con justa razón.
Sin embargo la Era de Acuario es una realidad muy concreta. Es una realidad astronómica, relativa al movimiento de la tierra alrededor de su eje, además de su rotación y de su traslación. Hay un “bamboleo” del eje de la Tierra que la va alineando y moviendo –con el trasfondo de las estrellas consteladas en grupos- a lo largo de extensos ciclos. Cada fase de ese “bamboleo” -con el trasfondo de un signo- puede durar, promedio, unos 2.200 años. A ese extenso período lo llamamos una Era.
Estamos en pleno arrancanque la era de Acuario. ¿Cuándo, exactamente? No vale la pena entrar aquí en esta discusión técnica porque, para nuestras reflexiones, que no pretenden ser de especialistas ¿qué importancia puede tener un año más o un año menos, dentro de un gran ciclo de 2.200 años? Lo que sí tenemos en claro es la vivencia de estar arrancando, colectivamente, con una vibración diferente. Para colmo, esto coincidió con el cambio de siglo y de milenio. Y si bien los números 10, 100 o 1000 no indican ciclos planetarios reales –porque el cero es uno de los tantos inventos geniales del hombre para ordenar su vida y clasificar la historia- el hecho es que la “vivencia del fin del milenio” fue muy importante a nivel de impacto colectivo.
Creo que todos coincidiremos con que a partir del 2000, y sobre todo del 2001, todo cambió. No sólo cambió desde lo social, o desde lo que nuestras voluntades pueden hacer o dejar de hacer. También cambió el clima, se aceleraron los movimientos telúricos, o sea, hasta la tierra misma y sus elementos naturales empezaron a mostrar cosas diferentes y “acuarianas”.
LA APABULLANTE REALIDAD DEL SÍMBOLO
El estallido de las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001 fue un mojón, fue todo un hito, y válidamente podemos tomarlo como uno de los símbolos más potentes de esta transición a la Era de Acuario.
Poder leer un símbolo es algo sumamente eficaz. A los astrólogos entrenados en esta mirada o escuela, nos preparan para leer simbólicamente la realidad, y esto quiere decir leer lo que ocurre en un lugar mirando lo que ocurre en otro lugar, y no desde la secuencia lineal causa-efecto. Jung llamaba a esto, aplicándolo a la percepción humana, “sincronicidad”. No abundaremos hoy en una definición más precisa: quedémosnos por ahora con la noción de que consiste básicamente en “pescar lo que ocurre” pero en el sistema más amplio, en el que me incluye. Hay una lógica profunda en esto porque –nos dice la física- cuando en un sistema algo vibra “acá”, las ondas expansivas hacen que esa vibración también se sienta “allá”.
El símbolo de los Gemelos es muy antiguo, es uno de los doce símbolos básicos del Zodiaco y tiene que ver con el misterio de la dualidad. Para nosotros, cuando estamos distraídos, la dualidad –o sea lo separativo, el hecho de que una cosa está separada de otra- no nos parece un misterio, más bien nos parece una obviedad. ¿Cómo dudar que yo estoy acá, y que él o ella están allá? Sin embargo nuestra percepción se equivoca, porque en lo profundo el nuestro es un estar sistémico, un estar compartido. De la misma manera se equivocaría este dedo si se dijera a sí mismo “¿que tengo que ver con este otro dedo?”
La percepción habitual nos dice cosas como “yo estoy acá/ el otro está allá”, “yo tengo mi lugar/ el otro tiene su lugar” ,“una cosa es arriba / otra cosa es abajo”, “mi patria es ésta / el otro tiene otra patria”, etc. Tras todas estas aparentes y obvias percepciones de la realidad, subyacen patrones de la dualidad.
Cuando estallaron las Torres Gemelas, no sólo los astrólogos sino todas las personas que se dedican a mirar simbólicamente el mundo, dieron un respingo. Los astrólogos saben que estoy hablando de la activación del símbolo de los Gemelos en el cielo, porque en ese momento había una posición planetaria muy precisa en el sistema solar –el sistema que nos incluye a todos- que los resaltaba, así como resaltaba una parte del “genoma” de la carta de los EE UU (3).
O sea que cuando “arriba” los Gemelos estaban activados –por lo menos mirados desde nuestro punto de vista terrestre- acá “abajo” el símbolo más monumental a nivel internacional relativo a los Gemelos -las Torres Gemenlas de Manhatan- saltaban por los aires. Y ese monumento no había sido erigido en cualquier lugar del mundo. Desde el inconsciente colectivo, su posición en el centro del imperio, en un lugar geográfico que es por sí mismo un ícono, conmemoraba el señorío de la dualidad y de la percepción separativa de la realidad.
Es obvio que el 11 de setiembre “algo” decisivo ocurrió. Por lo pronto, estalló el símbolo de un mundo que se vive a sí mismo como separado, y esto no le cabe sólo a los EE UU sino a la humanidad en su conjunto. Quizá tras la vibración apocalíptica y colectiva que dejó en todos ese ritual de la muerte podamos encontrar algunas pistas que nos permitan comprender la extraña vivencia de “antes y después” que todos sentimos actualmente.
En el año 2008 tuvimos otro ritual colectivo: la crisis económica mundial, ligada de manera directa por los astrólogos de todo el mundo, con la entrada de Plutón en Capricornio.
En este año 2011, la crisis egipcia está ligada a la entrada inminente de Urano en Aries... Y así podríamos seguir ligando -simbolizando- los movimientos de arriba con los de abajo.
LO VIEJO- LO NUEVO
Vamos a enumerar algunas, valiéndonos de una fértil clasificación difundida por Eugenio Carutti a partir de su programa Matriz de Arquetipos, de Casa XI (4).
Lo viejo:
a- La Necesidad del enemigo
Es duro, pero es así: desde lejos en la historia del hombre –tan antiguo que nos parece inmemorial- nos hemos definido en función del enemigo. O sea que fui yo misma, crecí y aprendí mi nombre y mi lugar en la vida, en función de que alguien me protegió de lo malo del “afuera”. Así obtuve mi identidad.
Pero ocurre que esta cualidad protectiva -en sí misma, un talento de todas las especies, que propende a la conservación de la vida- se enfatizó a tal punto en la especie humana, que incluso lo que llamamos una nación, un país, una cultura, sólo acepta ser tal si se define de esta manera.
Reflexionemos: ¿cómo nace un país? Por regla general nace por un acuerdo colectivo. En el caso de la Argentina lo situamos por primera vez el 9 de julio de l816. ¿Qué recordamos del nacimiento de nuestro país? ¿Qué recuerda cualquier persona del mundo si se le pregunta por el nacimiento de su país? Pues que generalmente fue un evento que tuvo lugar después de una guerra, y que fue la afirmación de derechos frente a algún invasor furiosa y valientemente expulsado, etc., etc.
Alguno dirá “pero esto parece tan obvio como la ley de gravedad... por lo tanto, ¿no será que así somos los humanos?”. Puede ser... Pero si es así, en todo caso este condicionamiento se ha transformado en un techo opresivo y asfixiante.
En un sistema incluido en –y que a su vez incluye a- otros sistemas, cada parte mira la totalidad de acuerdo a su lugar funcional dentro de ella y ninguna mirada es “la mirada total”. Desde la que aquí les proponemos –a manera de hipótesis para discutir- nos animamos a sostener que esto que hoy nos ocurre no es el techo inevitable de la naturaleza profunda de lo humano.
Quizás corresponda a un nivel de lo humano, el nivel de lo humano “mamífero-inteligente”, y en este sentido sí es posible que se trate de un límite al cual hemos llegado. Como mamíferos conservamos memorias ancestrales de necesidad de defensa del “afuera” y de preservación del “adentro”. De otra manera nuestra especie se hubiera extinguido prontamente. Pero eso no ocurrió: no sólo no nos hemos extinguido sino que hoy por hoy somos un riesgo para nosotros mismos –ni qué hablar para las otras especies- en cuanto nos seguimos reproduciendo con pautas de protección irreductible de la cueva, aunque ésta tenga la forma de una empresa o de un imperio. Esa fiereza fue necesaria y comprensible para el Homo Sapiens, que vivía rodeado de depredadores; pero se le ha vuelto en contra al ser humano actual, porque lo ha transformado a él mismo en el Depredador Universal.
Esta creencia en la “necesidad del enemigo”, quizá tengamos que llevarla al altillo en algún momento no muy lejano. Pero entre tanto, hemos de saber que sobrevive muy oronda entre la ropa de nuestros placards, entre los libros y papeles de nuestras repisas, entre todos los útiles y enseres polvorientos que no nos animamos todavía a desechar.
b- Adentro vs. afuera
Esta es otra creencia ligada a nuestra vieja condición de mamíferos gestados en un vientre. Como tales, querríamos eternizar inconscientemente ese “adentro” porque fue nuestro paraíso antes de nacer, el lugar donde todo lo que necesitábamos estaba cubierto. Nos cuesta comprender que el “otro” –ése al que vemos “afuera”- también se gestó en un vientre y que habla de él como de lo mejor del mundo y de su propio afuera como de algo desconocido y peligroso. Y como yo estoy en su afuera, probablemente verá en mí a su enemigo cuando las cosas se pongan extremas. Como yo hago con él.
La creencia en que mi “adentro” no es ni remotamente equivalente al peligroso y desconocido “afuera”, equivale a la dualidad entre “lo mío vs. lo del otro”. Es tan arraigada todavía esta creencia... que ninguno entre nosotros podría animarse a decir, honestamente, que hoy aprendió a poner en pie de igualdad “lo mío y lo no mío”.
c- La idealización suprema
Esta es una creencia también vetustamente vigente. No nos cuestionamos demasiado por qué vivimos anhelando el amor eterno, el poder sobre todos, el triunfo total, la paz definitiva. “Una vez que llegue allí... allí me quedaré”. Se trata del anhelo de “lo absoluto”.
Esta es una creencia que constela nuestras vidas como pocas, porque sabemos perfectamente que tal cosa –tal utopía- no ocurrirá y sin embargo alimentamos ese anhelo. Y cuando no ocurre... fue porque “algún otro tuvo la culpa”, o porque algo de ese afuera que no nos tuvo en cuenta lo impidió. Es una creencia que hace mucho estamos reconociendo como vieja y, sin embargo, todavía se las ingenia para permanecer vigente.
d- La necesidad de un tótem-salvador
De las viejas creencias vigentes, ésta quizás es una de las más peligrosas, y no sólo en la Argentina. Es casi como el fantasma en el desván, ése que hace ruidos aterrorizantes durante la noche.
Tiene que ver con la manera como los humanos hemos concebido al líder. No como alguien que ejerce una función dentro del sistema –la de conferirle un centro- sino como alguien que se hará cargo de lograr ese absoluto, esa idealización suprema que los demás y él mismo anhelan. Alguien que se identificará con su supuesta capacidad para satisfacer ese logro para sí y para los demás. Pero como obviamente no lo conseguirá... ¿cuál fue, es y seguirá siendo el destino inevitable de todo Tótem o de todo Salvador, en un momento dado? La inevitable caída... Antes, incluso, era devorado literalmente por la tribu una vez que caía... Actualmente ese canibalismo ha quedado disfrazado tras la crueldad ejercida contra cada poderoso que cae, proporcional a la que él mismo había ejercido sobre los demás. Como podemos ver, se trata de una creencia muy vieja, pero muy vigente. Aterrorizadoramente vigente.
Lo nuevo
Pero lo nuevo coexiste con lo anterior, y aunque a veces se contamina, resuena cada vez más en nuestro inconsciente. Crecientemente compartimos impresiones de este tipo, a tal punto que es imposible ignorar que algo “nuevo” está pugnando por irrumpir. Quizá por el momento tengan sólo la forma de contra-creencias, modos inconscientes de lo vincular a los que queremos decirles “basta”, o sea, de algo viejo pero que ya empieza a mostrar una nueva cara. Por ejemplo:
a- Basta de “dame, dame...”
Esta es una letanía muy conocida, muy ligada al adentro y al afuera, a nuestra cualidad de mamíferos o de pichones en el nido, a nuestros miedos originarios. Se origina en el pedido espontáneo -“dame...”- que implica el derecho a la vida por parte del bebé o del niño. Es desde aquí un pedido totalmente legítimo, por lo tanto, cuando lo expresan nuestros hijos o las criaturas vulnerables del mundo.
Pero el hecho es que el “dame, dame...” contamina nuestras vidas de adultos y nos deja irremediablemente aniñados cuando lo seguimos ejercitando fuera de tiempo y lugar. Y así empiezan los pactos y trueques oscuros: “dame... porque sólo si me das, yo te doy”. Algo que tenía que ver con el cuidado de lo indefenso, de lo que necesita que le demos alimento y protección para crecer, empieza a transformarse en un modo vincular que nos agota cuando lo concedemos a seres que tendrían que comportarse como adultos crecidos. O cuando lo exigimos para nosotros mismos. Empieza a ser un petitorio irreal, una fantasía de que siempre habrá alguien que satisfaga mi anhelo de totalidad, que siempre escuchará mis demandas absolutas. Y por lo tanto, como son absolutas, nunca las satisfacerá. De esta manera, indefectiblemente, en cuanto descubro que “no me dás”, te transformarás en mi enemigo.
Sobra decir cuánto de esto se reproduce actualmente en nuestras relaciones políticas y sociales, así como en nuestras vidas cotidianas. ¿Qué es lo nuevo que asoma tras el agotamiento de esta vieja manera? Ser auténticamente padres responsables y no “padres-niños”, ser realmente ancianos sabios y no “ancianos-adolescentes”, ser pareja o cónyuge complementario del otro, y no su carcelero o su víctima. En síntesis, asoma la necesidad de aprender el autosostén material, emocional y mental que requiere un adulto maduro porque –aunque reconocer esto sea un golpe al ego para muchos de nosotros- todavía no hay muchos adultos maduros en nuestra sociedad.
b- Basta de “fue el otro... yo no fui”
Muy ligado a la necesidad del enemigo –inherente a esta creencia- es la que nos dice que el otro siempre tuvo, tiene y tendrá la culpa. Y que lo oscuro, lo temido, lo erróneo... siempre estará “afuera”.
El Siglo XX tiene un mojón de arranque indudable en el año 1900 porque en ese año Sigmund Freud publicó su libro “La interpretación de los sueños”. De allí en más, los contenidos oscuros del inconsciente pudieron empezar a tener su escenario de explicitación, y con el tiempo transcurrido ya nos resultan teóricamente familiares nociones como auto-destrucción, boicot, resistencia, celos, envidia... Esas emociones inmanejables y frecuentemente “proyectadas” en el otro, en el afuera, han pasado a tener la posibilidad de ser comprendidas como rasgos sombríos personales.
O sea que a partir de Freud y luego con Carl Jung –más todos sus seguidores- hemos tenido cada vez menos excusas para levantar el dedo índice acusador contra “el otro”. Sin embargo, la tentación de proyectar en el otro mis propias oscuridades inmanejables sigue siendo un modo tan, pero tan inercial de lo humano... que parece imposible de conjurar.
Por supuesto, sabemos que la cuestión no es objetivar si el otro fue o no fue el que generó determinada situación, sino registrar la necesidad que tengo de protegerme en esta creencia para así construir un enemigo y, por lo tanto, evitar ejercer otras funciones, mucho más creativas, de adulto crecido.
Pero claro: transgredir tales rasgos –arquetípicos, diría Jung- implica animarse a arriesgar... ¿Qué pasa si educo a mis hijos en estas nuevas creencias tan a contrapelo de lo que el medio social les muestra? Puedo equivocarme, puedo fracasar...
Quizá la cuestión sea: ¿Y si fracaso en el primer intento, qué...? Puedo volver a intentarlo. Porque si no aprendo profundamente el diseño a partir del fracaso...¿desde dónde he de aprender?
Que “el otro” no es el primer motor de nuestra penuria personal, es una creencia que nos cuesta erradicar. Este tema nos compete, como pocos, a los argentinos del presente. No nos animamos a mirar qué pasó, primero en nuestro ombligo, y a partir de allí a arriesgar nuevas modalidades. No nos animamos por un temor narcisista a la caída de nuestra auto-estima, y entonces quedamos presos de ese doble vínculo que inevitablemente nos lleva a fracasar. Simplemente por no querer mirar lo que nos muestra el espejo.
Pero empieza a haber en nuestra sociedad un hartazgo evidente de estas infantiles creencias. Es una evidencia crecientemente compartida, una lúcida autocrítica colectiva que –lentamente- se va abriendo paso por contraposición a una modalidad que antes se solía reflejar cancheramente –o cínicamente- en la frase: “yo... argentino”.
c- Conciencia de “mutación”
Mutación, masa crítica, salto cualitativo, son también conceptos de la biología y de la física cuántica. Extendidos a la conciencia de lo humano, nos sirven para leer mucho de los tiempos que corren.
Si bien hubo muchas correcciones y actualizaciones a la teoría darwiniana, todavía es válida esta descripción: en un momento determinado en toda especie, alguno de sus individuos se empieza a comportar raro, diferente, a veces hasta nace con alguna “deformidad” en sus órganos vitales. Es porque apareció un “mutante”.
Cuando un mutante aparece aislado, será visto como el raro, el loco, el diferente. Y prontamente será el exiliado. Pero... ¿qué pasa cuando varios mutantes empiezan a manifestar estas rarezas dentro de una especie, de un clan, de una cultura?
Últimamente son muchos los raros... no creo que quepa discusión alguna. Es más, yo me animaría a decir que los que compartimos estos blogs y colgamos nuestras ideas o locuras en facebook, si aún no somos mutantes por lo menos estamos en el estadío de “pichones de mutantes”.
Más aún: me animaría a decir que la Argentina, como algunos otros lugares del mundo –es una hipótesis- está llena de raros, está llena de mutantes porque ello responde a uno de los núcleos de su genoma, como intentaremos compartir en artículos posteriores dedicados a la carta natal de nuestro país.
El tema es que no resulta fácil ser mutante, porque las viejas creencias que recién describimos –que nos dicen “los mutantes ... ¡afuera!... porque son lo desconocido”- presionan para que no comprendamos lo que nos ocurre. Sin embargo, como nos enseña la biología, la evolución es imparable.
El tema es que no resulta fácil ser mutante, porque las viejas creencias que recién describimos –que nos dicen “los mutantes ... ¡afuera!... porque son lo desconocido”- presionan para que no comprendamos lo que nos ocurre. Sin embargo, como nos enseña la biología, la evolución es imparable.
Hay algo que es preciso tener en cuenta: no hará falta que toda la humanidad mute para que cada uno a su vez lo haga. A esto se le llama “masa critica”: con una cantidad determinada de mutantes, se empieza a verificar el salto cualitativo. Esto es otra hipótesis muy personal, pero yo creo que ya andamos cerca de dicha masa critica, si lo que medimos es un salto en la conciencia. Por cada uno de nosotros que “pegue el salto”, el resto lo hará cada vez mas rápidamente. No estoy diciendo nada novedoso; cada uno de nosotros ha constatado esto en su familia, en su pareja, en su lugar de trabajo. Cuando hay en nosotros un irradiar diferente, no por la palabra o por el adoctrinamiento sino por una transformación genuina de nuestras creencias, simplemente nos empezamos a vincular diferente sin proponérnoslo. Y algo en el entorno empieza a cambiar. Esta es una ley biológica y, por lo tanto, describe un fenómeno incluido en el orden que estudia o lee la astrología.
d- Vivencia del tiempo cíclico
El tiempo cíclico es el tiempo “real”, es el del día y la noche, el de las estaciones. Tiene una cualidad que se entronca con la vida, no con la imaginación humana acerca de los procesos.
El tiempo -cuando es real- tiene fases y ellas son vividas de diferente manera por nuestra conciencia. Algunas de estas fases nos parecen lentísimas, mientras que otras son percibidas como de mucha aceleración. Es como la vivencia corporal que tenemos del invierno o del verano: “sentimos” diferente el paso del tiempo según sea la estación. A veces esta percepción es meramente individual, a veces es colectiva.
En la Argentina –desde diciembre de 2001 hasta el presente, y de manera particular a partir del 2008 año en que arranca un ciclo de lunación en nuestro país- es obvio que estamos compartiendo, como entidad colectiva, una fase de increible aceleración. Para nuestros parámetros habituales de medición del tiempo, todo esto es muy “loco”, porque pasaron tantas cosas que nos parece un siglo. Estamos compartiendo un fenómeno a nivel colectivo que es la aceleración del tiempo subjetivo.
Por lo tanto, aunque a veces nos descorazonamos suponiendo que los cambios serán muy lentos, hemos de saber que el tiempo de las transformaciones decisivas se acelera. Y aunque el tiempo cíclico real nos diga –por ejemplo- que recién en el 2008 comenzó para la Argentina un nuevo ciclo, desde la vivencia social compartida no iremos paso a paso, iremos aceleradamente, porque no estamos viviendo el tiempo en progresión aritmética sino en progresión geométrica. De nuevo, esto no es sólo una propuesta de la astrología, esto es un hecho matemático: así se perciben los cambios cuando se verifica un salto cualitativo.
e-Todo lugar es el lugar
Algo volvió a hacerse presente, muy dolorosamente, en la Argentina. En el 2002, igual que en 1989, las colas ante las embajadas y consulados se hicieron multitudinarias durante los meses críticos. Algunos de los nuestros, los jóvenes sobre todo, buscaban “el lugar adecuado” porque parecía indudable que éste, el que los vió nacer, no les daba lo que piden o necesitan. En los últimos años cuando la balanza volvió a inclinarse, luego del rechazo a las políticas desangrantes del Fondo Monetario y con la apuesta -que muchos apoyamos porque sentimos sincera- a un modelo de horizontes redistributivos tantísimos de esos autoexiliados volvieron al país. Siempre en busca de "ese lugar correcto y adecuado para mí". Con todo el apoyo que ejerzo a favor de las propuestas gubernamentales actuales, sigo sin embargo creyendo que ese "lugar" desde el cual necesito y debo trabajar, para mí y para otros, no me lo delinea un gobierno o un grupo ideológico. Lo voy construyendo paso a paso, esté donde esté, en contacto con los que en ese momento constituyan mi zona de red.
Creer que hay lugares elegidos y lugares malditos, está ligado básicamente a la creencia en el “adentro y al afuera”, así como al “dame, dame...”. Por supuesto que en el caso de los jóvenes –aún en edad de pedir con todo derecho algo que no se les ha dado- esta demanda parece legítima. Pero... ¿y en cuanto al resto, a los adultos? Es duro decirlo así, pero esto parece ligado a la vieja creencia de que adentro es diferente de afuera. Me voy de este lugar que imaginé que era un adentro protector porque ahora ya “no me da...”. Y me dedico a buscar otro interior protegido en otro lugar, donde “me den...”.
Sin querer emitir juicios injustos sobre las personas que en el mundo se sienten obligadas a tomar tan duras decisiones, a tener que emigrar para poder dar de comer a sus hijos ... todos conocemos lo que pasa en el resto del mundo... ¿No será una quimera suponer que un lugar “me dará” lo que en otro lugar“no se me dió”? Me lo dará durante un tiempo, quizá extenso inclusive. Miremos a los Estados Unidos, tierra de promisión mítica como pocas en los últimos tiempos... a la que también le llegó con esta última crisis, la evidencia de que todo ciclo tiene su auge pero también su declinación...
Sentir que se trata de "tengo que estar en el lugar adecuado, donde me den lo adecuado"... ¿no le faltará una parte a esta ecuación?... por ejemplo –en el caso de los adultos- qué es lo que yo no dí o no aprendí a dar? Por lo menos, de manera inteligente y madura.
Sentir que se trata de "tengo que estar en el lugar adecuado, donde me den lo adecuado"... ¿no le faltará una parte a esta ecuación?... por ejemplo –en el caso de los adultos- qué es lo que yo no dí o no aprendí a dar? Por lo menos, de manera inteligente y madura.
Sí, los tiempos cambiaron y aceleradamente. Desde mis creencias personales, de nuevo estamos asistiendo a una etapa de apertura y confianza, con el riesgo de caer en el patrón del idealismo, pero a la vez con la perspectiva de retornar a la confianza real (sin alimentar la sombra del derroche o de la negación).
Ojalá podamos acompañar este proceso nuevo abierto en el mundo y en nuestro país, tanto desde las navegaciones personales como desde la colectiva. ¿Podremos o no? ... eso no está escrito en ninguna carta natal. Es privativo del proceso de individuación colectiva del planeta, al cual pertenecemos.
Pero sí podemos insistir en los ojos abiertos, en la resonancia con las necesidades ajenas, en la revisión de nuestros propios juicios y prejuicios. Entretanto confiemos, trabajemos, meditemos.
O.W.
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CITAS Y FUENTES:
1 Dicho en términos sencillos y sólo para entender nuestra analogía: lo holográfico es un principio físico que nos informa que las leyes , el orden, las proporciones que regulan una parte de un sistema, son equivalentea o análogos a las que regulan la totalidad del mismo.
2 Ver el debate originado a partir del 15 de enero, colgado en nuestra página de facebook, y la nota en este blog en El Zodíaco
3 Nos estamos refiriendo, obviamente, a la oposición Saturno-Plutón en el eje Géminis-Sagitario, tocando en esos momentos el eje principal de la carta de los EE UU).
4 Eugenio Carutti: “La matriz de los arquetipos” (hay material desgrabado en Publicaciones de Casa XI).
Felicidades, desde nuestro blog sólo deciros que nos parece uno de los blogs, más interesantes y auténticos que hemos leído, con actitudes críticas y sensatas.
ResponderEliminarMuchas gracias Akuarius, hemos entrado también al blog de ustedes, muy interesantes las notas y muy oportuna la "frase insignia" sobre los riesgos new age. Por aquí solemos llamarlos "burbujas lunares". Ciertamente son refugios facilistas, atajos que nada tienen que ver con el gran salto en la percepción que nos proporciona este lenguaje realmente sagrado, que es la astrología.
ResponderEliminar¡Saludos y sigamos en contacto...!
Olga Weyne (desde AATP)
Como dijo Goethe, lo que está adentro está afuera, excelente artículo escrito con el estilo de una historiadora.Esta frase de Goethe fue retomada por el filósofo M Merleu Ponty en su concepto de Mundo Vivido y de J. Lacan a conceptualizar el inconsciente como el Discurso del Otro y que en su retorno a Freud leyó en ese sentido el artículo de S. Freud Lo siniestro donde se juega con lo familiar y lo siniestro. Me interrogaron las preguntas, hipótesis planteada en el armado de este trabajo. Gracias.
ResponderEliminarOlga hoy te escuche en Nacional con a Wainfeld.Muy interesante.Me alegra de haberlos descubierto.Oscar Longo
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